
Ese día, a las tres de la tarde, falleció Antonio Machado en el hotel Bougnol-Quintana, en Colliure, tan sólo unos días después de haber atravesado la frontera francesa con su hermano José y su madre, que pensaba que estaban regresando a su ciudad natal, y no hacía más que preguntar “¿cuándo llegaremos a Sevilla?”
En su bolsillo se encuentra probablemente su último verso: "Estos días azules y este sol de la infancia".
En fin, este hombre me animó a meterme en Hispánicas, porque la lengua siempre me había gustado, pero la literatura me empezó a agradar cuando analizamos en el colegio sus poemas.
Sin embargo siento decir que ha sido un poco decepcionante la literatura que se da en la facultad, que poco tiene que ver con lo que yo había imaginado. En ninguna asignatura me han dicho todavía cuáles son las obras de Machado, ni creo que me las vayan a decir...
Bueno, volviendo a Machado, dejaré cómo no, los versos que ahora vienen a cuento y su última foto en vida:
"Converso con el hombre que siempre va conmigo
--quien habla solo espera hablar a Dios un día--;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar."