30/12/12

Cómo minar el ánimo de un buen estudiante

Hace poco me ha pasado algo que me ha hecho revivir una antigua experiencia. Esta anécdota pasó hace ya casi 10 años y me hizo odiar la geografía durante aquel curso:

Estaba en la ESO y tuvimos que hacer el típico examen de rellenar un mapa físico con ríos y montañas. Mi madre siempre me decía que escribiera todo lo que me supiera, ya que los profesores valoraban los máximos conocimientos posibles. Pues bien, seguí esta técnica en todas las asignaturas e iba sacando muy buenas notas, hasta que llegó el maldito mapa.

No podéis imaginar cómo dejé el mapa, ahí no cabía el nombre de un solo golfo más. Entregué el examen muy orgullosa de mi trabajo y segura de que todo lo que había escrito estaba bien. Para mi sorpresa, el día de la corrección me encontré con un bonito cero patatero. Yo no podía entender aquello, busqué un mapa y comprobé que lo había hecho bien, así que fui a hablar con la profesora. Ella no me quiso dar explicaciones, solamente me dijo que quería ver a mis padres.

Esa misma tarde fueron a hablar con ella y este fue el motivo de mi cero: según ella no podía aprobarme, y mucho menos ponerme un 10, ya que el hecho de haber rellenado todo el mapa significaba que yo le había dado el cambiazo con un mapa ya hecho en casa. Menos mal que mis padres me habían visto estudiar y todos confiaron en mí, incluyendo mi tutora, porque al final la profesora de geografía me tuvo que aprobar.

Al final todo esto no tuvo ninguna repercusión en mis notas, pero el resto del año estuve yendo a sus clases sin ganas y sintiendo odio por ella. Han pasado los años y sigo preguntándome por qué me suspendió sabiendo que mis notas eran buenas en todas las asignaturas, y es más, sin prueba alguna de haberle dado el cambiazo. 

Si algún profesor me está leyendo quiero que sepa que eso no se hace. Ya hay pocos alumnos dispuestos a estudiar sin que nadie les obligue, como para encima echar por tierra todo su trabajo. Un alumno necesita saber que sus esfuerzos tienen resultados y hay que premiarlos para que no decaiga el ánimo (ojo, no digo que los premios sean materiales, sino morales). 

Aprovecho para decir que esto no solo pasa en el colegio o en el instituto. Particularmente, me sentía muy desanimada cuando en la universidad solo se podían poner un tanto por ciento de matrículas de honor. La sensación era terrible, todo un cuatrimestre empleándote a fondo ¿y para qué? Para que luego llegara un puñetero erasmus y se llevara una de las dos matrículas que se podían poner en tu clase. Ole ahí. ¿Y los redondeos a la baja? ¿Qué coñ... es eso de sacar un 8'75 y que te pongan de nota final un 8? Al final acabas por conformarte con estudiar lo justo para el 8, porque de todas maneras te van a quitar la nota que te has ganado con tu sudor. Luego nos preguntamos por qué tenemos a los peores estudiantes de Europa... 

1 comentario:

Mario Brown dijo...

Pues la verdad que llevas toda la razón del mundo con esta entrada ;-D También hay que empezar a comentar por todas partes los malos rollos que tienen los profesores universitarios entre ellos. Es alucinante la cantidad de piques y la falta de comunicación entre ellos. Como para exigirnos a nosotros nada. Son unos impresentables amargados que cobran una pasta por tocarse las narices, dicho sea de paso. Porque muchos no hacen ni el huevo, incluso los apuntes que ofrecen son un copy and paste de wikipedia, sin cortarse un pelo. Y claro, no puedes decirle nada hasta que no hayas terminado la carrera, y cuando acabas, lo único que quieres, es olvidarte de esos profesores amargados y seguir tu vida, que es muy dura para encontrar algún trabajo mediocre. Saludos y enhorabuena por tu blog :D